Mientras espero en la estación, me entretengo observando a la población subterránea en su ir y venir diario, compartiendo espacio físico pero cada uno en su universo particular. Por mi parte, deslizo la mano al bolsillo y me dedico a recolectar instantáneas.
Dada la escasa luz y las limitaciones de la máquina, no me queda otra que jugar con velocidades lentas consiguiendo contrastes interesantes entre lo estático y lo dinámico. Eso sí, entre el ruido del sensor y mi poco fiable pulso, no se puede decir que tengan una gran nitidez.
Aquí llega mi tren, así que me despido hasta la próxima.